Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100206
Legislatura: 1888-1889
Sesión: 11 de diciembre de 1888
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Discurso.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 7, 34-35.
Tema: Crisis ministerial y presentación al Senado del nuevo Gabinete.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): Señores Senadores, apenas tengo nada que decir respecto de la crisis que acaba de presenciar el país, porque sus causas han sido tan conocidas, que me parece ocioso entretener al Senado con los detalles de la misma.

En la última reunión de las Secciones del otro Cuerpo Colegislador surgieron ciertos incidentes que pudieron hacer creer a algunos de los Sres. Ministros [34] que no contaban con la adhesión y las simpatías de una parte, de la mayoría; y como estos Sres. Ministros no querían servir de ocasión a disidencia alguna en las huestes parlamentarias del partido liberal, sino que, por el contrario, deseaban contribuir por cuantos medios estuvieran en su mano a la unidad de las mayorías de ambos Cuerpos Colegisladores (tan necesaria para el éxito de la empresa en que el partido liberal viene comprometido, y yo puedo decir que tan necesaria también para le suerte y el porvenir del país), insistieron en su propósito de abandonar el Gobierno. Pocos días antes, por otros motivos, desgraciadamente por motivos de salud, había presentado su dimisión el Sr. Ministro de la Guerra, y todo esto producía naturalmente una verdadera y extensa crisis.

Mis esfuerzos, que han sido muchos, para disuadir a mis queridos compañeros de un propósito que yo entendí y entiendo todavía infundado, fueron inútiles, y entonces los demás compañeros, para facilitarme la solución de una crisis ya inevitable, presentaron también sus dimisiones.

La crisis, pues, se hizo general, y en su consecuencia, yo me vi en la precisión de ofrecer en manos de S. M. la Reina las renuncias de todos los Ministros, acompañando también la mía, como era natural.

Hecho esto, S. M. la Reina se dignó encargarme de la reconstitución del Ministerio o de la formación de uno nuevo, conforme yo lo entendiera más conveniente a los intereses del país; y en cumplimiento de este Real mandato, me permití someter a la aprobación de S. M. el Ministerio que tengo la honra de presentar al Senado, acerca de cuyos individuos nada debo decir, porque todos os son de antiguo conocidos y me parece que ofendería su modestia si me entretuviera en relatar los servicios que cada uno en su esfera tiene prestados al país.

Tampoco tengo que manifestar nada de los Ministros salientes, como no sea expresar la pena con que los he visto separase de mi lado en el Gobierno, y enviarles desde aquí mi gratitud, no solo por la lealtad y eficacia con que han secundado mis propósitos en sus respectivos departamentos, sino también por la consideración y el cariño con que siempre me han tratado; consideración y cariño nunca interrumpidos, a pesar de los sinsabores, rozamientos y contrariedades que se sufren en la vida del gobierno de los pueblos.

Es costumbre que al presentar a las Cortes un nuevo Ministerio, se exponga su programa; pero el Senado va a permitirme que yo al interrumpa hoy, porque, en realidad, este Ministerio no tiene, ni puede ni debe tener otro programa que el del Ministerio anterior, hasta el punto de que los Sres. Ministros que lo han abandonado, lo han hecho en la idea de que así facilitaban la política del partido liberal, que es la política de los Ministros salientes, como de los entrantes. El programa, pues, de este Ministerio es el de los Ministerios anteriores.

En la cuestión política, desarrollado está ya en las leyes que ha dado al país el partido liberal, y en los proyectos de ley y dictámenes que se encuentran sobre las mesas de uno y otro Cuerpo Colegislador. El Ministerio actual tiene sobre esos proyectos de ley y dictámenes el mismo criterio y la misma decisión que tenía el Ministerio anterior, dando, naturalmente, la preferencia debida al proyecto de ley de sufragio universal.

En la cuestión militar, el Ministerio actual tiene también idéntico criterio y desea las mismas reformas que el Ministerio anterior, teniendo el propio afán de que estas reformas sean pronto ley, para lo cual no ha de perdonar ni tiempo, ni espacio, ni medio, ni recurso de cuantos le concedan los Reglamentos de las Cámaras y las prácticas parlamentarias, apelando también, no solo al apoyo, que espera, decisivo, enérgico e incondicional de sus amigos, sino al concurso y al patriotismo de sus adversarios, que a todos por igual interesa la pronta resolución de un problema tan trascendental para el ejército y tan importante para el país.

En cuanto a las reformas económicas, el Gobierno sigue el camino ya comenzado. Son necesarias, en efecto, verdaderas economías; es menester igualmente empezar la reforma de la manera de tributar; es preciso no abandonar el camino emprendido hacia la nivelación de los gastos públicos con los ingresos; pero marchando constantemente en esta dirección, el Gobierno ha de cuidar, como no puede menos de hacerlo, de que no se perturben los servicios públicos y de que en la innovación, en las modificaciones, en los cambios que se introduzcan en la tributación, no se mermen los rendimientos del Tesoro, ni mucho menos se perjudique al crédito público.

En el camino de las reformas estamos; en él hemos de persistir; pero hay que tener en cuenta que para recorrerlo todo, se necesita suavizar muchos rozamientos, luchar contra muchas preocupaciones y vencer muchos obstáculos; y tarea tan penosa y tan larga no se puede realizar en un día, por lo cual yo pido a los adversarios, y exijo (pues creo que puedo exigirlo) a los amigos, que no apremien al Gobierno para que realice en un día lo que necesita tiempo y espacio para ser realizado, si, como debe, el Gobierno ha de atender por igual a los múltiples, diversos y encontrados intereses que constituyen la vida de la Nación.

Para cumplir este programa, que no hago más que apuntar, porque es de todo el Senado conocido, el Gobierno cuenta, repito, no solo con el apoyo de sus amigos, sino con el concurso y el patriotismo de sus adversarios; y cuenta, sobre todo, con la benevolencia del Senado; con la benevolencia de este alto Cuerpo Colegislador, cuya ilustración, cuya sabiduría, cuyo patriotismo le han granjeado el respeto de los partidos, la confianza de las altas instituciones y el aprecio de la opinión pública. (Muy bien, muy bien, en los bancos de la mayoría). [35]



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